El muro que ahoga

No es fácil ser palestino y vivir en tu país. Sobre todo cuando por circunstancias de la vida te toca trabajar en Israel, el país vecino. Hacerlo te obliga a cruzar un check-point, un proceso que puede durar entre 15 minutos y varias horas. Y es que de los cerca de 600 check-points que separan Palestina e Israel, no todos son iguales.

Uno de los más amables es, sin duda, el que da acceso a Belén, ciudad visitada cada día por miles de turistas. Éstos, acaso ajenos al conflicto que mina la vida de israelíes y palestinos, se montan en sus buses y se dirigen a la Iglesia de la Natividad. Cruzan así el check-point más amable que hay en el país. Un gran cartel los despide de Israel recordando que Israel «Wants a peace». No lo dudo, aunque me pregunto qué tipo de paz.

Menos amable es el paso de Qalandia, que separa Jerusalén de Ramala, la actual sede de la Administración Nacional Palestina. La entrada en territorio árabe no es difícil. Se entra y ya está. ¿A quién importa quien entra en ese pedregal? Salir ya es más complicado, sobre todo si no tienes un pasaporte internacional. En ese caso, no tienes ni que cruzar los controles de rigor. En Qalandia, sin embargo, es interesante hacerse el palestino y ver cómo hay unas frías salas de espera al aire libre que recuerdan a las estaciones de tren de pueblos remotos en una España idem. Choca entrar en una especie de jaula en la que hay que hacer una fila de uno para esperar que un rodillo te deje pasar. Tras atravesar este primer escollo, se llega a otra salita, cubierta pero sin paredes, en la que otra puerta giratoria evita que mucha gente se agolpe en lo que es el check-point propiamente. Este no es más que un arco detector de metales y una cinta en la que poner tus cosas. Nada que no hayamos visto mil veces en un aeropuerto. Allí, sin embargo, puedes encontrarte dos chicas soldado israelíes que, desde una urna de cristal, preguntan al atónito caminante de dónde sale ese pasaporte. Tras un par o tres de gritos aceptan que tu país es una respuesta que no merece mayor atención. Un ladeo de cabeza invita a cruzar la frontera y olvidarse de tan malas pulgas. Siendo de origen palestino, el escrutinio es mucho más acentuado.

Los check-point están en el Muro que está levantando unilateralmente para segregar Palestina de Palestina y separar Palestina de Israel. El muro sigue en paralelo la Green Line, fruto de la guerra de 1967. En paralelo, sí, pero unos metros dentro de territorio palestino, despedazando así un 12% de tierra. Además, la traza del muro no es exclusivamente paralela a la frontera antes mencionada. Si sus constructores consideraron que había una buena tierra de cultivo en el otro lado, sin ningún miramiento rodean dicho campo, usurpando para sí una tierra ajena. Así, sin más.

Las repercusiones del muro en la vida palestina son muchas: una de las básicas, sin dudas, es el ahogamiento de la economía palestina, ya sea por imposibilidad de importar como por la incapacidad de sus residentes de ir a trabajar al país vecino.

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