Dedicatorias 

Casi siempre el tiempo del desayuno es una hora solitaria del día. Hoy con los amigos, se torna en un aparente sin sentido encadenamiento de ideas y temas, mezcla del sueño inconcluso, resaca burbujeante y experiencias de vida traidas al presente desde los recónditos lugares de la memoria. 

A propósito de un libro regalado a Mónica, Facundo hizo una reflexión algo perturbadora. 

Al abrir el libro, luego de sacarlo de la envoltura plástica sellada que lo resguarda como objeto del duro ajetreo desde la libreria al velador de su futuro lector,  se aparece una dedicatoria, y que todos asumimos era de quién entregaba el presente. 

Pero no, es una dedicatoria de la autora del libro. Y aqui viene lo perturbador, la hermética bolsa plástica que protege el libro tiene un objetivo algo menos romántico que asegurar la integridad física de la obra. Tiene como fin darle sentido a un pequeño trozo de papel que asemejando una boleta, indica que el futuro dueño (ya no lector), pueda cambiar el objeto por otro. 

Pero más profundo aún, el cuidado embalaje evita que una dedicatoria escrita de puño, letra y lápiz por un nostálgico amante de los libros en papel, termine asesinando la cadena comercial que genera que un libro sea transformado en dinero (eso si, válido solo en la tienda elegida).

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