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Amartya Sen: Pobreza y desarrollo

Amartya Kumar Sen es un economista indio, conocido por sus trabajos sobre las hambrunas, la teoría del desarrollo humano, la economía del bienestar y la pobreza. Recibió el Premio Nobel de Economía en 1998 por su trabajo en el campo de la matemática económica.

Aparte de su investigación sobre las causas de las hambrunas, su trabajo en el campo del desarrollo económico ha tenido mucha influencia en la formulación del índice de desarrollo humano (IDH) de las Naciones Unidas. En esa línea su obra más reconocida e influyente es el «Pobreza y hambruna: un ensayo sobre el derecho y la privación» (Poverty and Famines: An Essay on Entitlements and Deprivation) de 1981, en el cual demostró que el hambre no es consecuencia de la falta de alimentos, sino de desigualdades en los mecanismos de distribución de alimentos. A partir de esto Sen desarrolla un concepto (central en su teoría) que intenta explicar los mecanismos de desigualdad imperantes en el desarrollo moderno de la economía; el concepto de capacidad.

Según este enfoque la idea de capacidades debe ser analizada en relación a su puesta en práctica. En efecto se trata, más bien, de ver cómo esas capacidades pueden actualizarse por medio de «funcionamientos». El término de «funcionamiento» es equivalente al de «realización», y se refiere a lo que la gente realmente puede hacer, al estado de las personas. Hay «funcionamientos» que son elementales y que son altamente valorados: como estar adecuadamente alimentado, tener vivienda, gozar de buena salud. Otros «funcionamientos» o «logros» son más complejos, como estar socialmente integrado, lograr auto-respeto. Los individuos y regiones se diferencian mucho en la forma como evalúan estos diferentes «funcionamientos» o «estados», y cualquier evaluación de las ventajas individuales y sociales debe ser sensible a estas variaciones.

Esta reorientación en el análisis de la pobreza, mueve la conceptualización desde los ingresos, hacia el espacio de las realizaciones y funcionamientos constitutivos del ser humano. Los ingresos son considerados como medios y no como fines, y la atención se concentra en lo que la gente puede hacer con dichos ingresos. Es decir, se incorpora el enfoque de «ingresos» y el de «necesidades básicas» a un enfoque de capacidades, donde los ingresos son medios y las necesidades estados relativos de oportunidades que posibilitan el ejercicio de esas capacidades, es decir están vinculadas al funcionamiento. Igualmente, para el enfoque de capacidades los «funcionamientos» son importantes por sí mismos (y no sólo porque generen utilidad o bienestar), dado que aumentan la autoestima de las personas y su capacidad de definir autónomamente sus preferencias, esto es, están vinculados a la libertad y a la propia realización humana.

Bajo esta idea Un gobierno tiene que ser juzgado en función de las capacidades concretas de sus ciudadanos. Por ejemplo, en Estados Unidos, los ciudadanos tienen el derecho constitucional a votar. Para Sen esto no significa nada; él se pregunta si se reúnen todas las condiciones para que los ciudadanos puedan ejercer la capacidad de votar. Estas condiciones pueden ser de muchos tipos, desde el acceso a la educación, hasta que los ciudadanos tengan medios de transporte para acceder a las urnas. Sólo cuando estas barreras están superadas se puede decir que el ciudadano puede ejercer su elección personal. Su aproximación basada en las capacidades se enfoca en la libertad positiva, que es la capacidad real de una persona de ser o de hacer algo, en vez de la libertad negativa, que es común en economía y se centra simplemente en la no interferencia. En la hambruna de Bengala, la libertad negativa de los trabajadores rurales para comprar alimento no se vio afectada. Sin embargo, murieron de hambre porque no estaban positivamente libres para hacer cualquier cosa: ellos no tenían la libertad de alimentarse ni la capacidad de escapar de la muerte.

Sen fue una excepción entre los economistas del siglo XX por su insistencia en preguntarse cuestiones de valores, largamente abandonadas en la discusión económica «seria». Él planteó uno de los mayores desafíos al modelo económico, que sitúa el interés propio como un factor fundamental de la motivación humana. Si bien su escuela continúa siendo minoritaria, ha ayudado a redirigir planes de desarrollo y hasta políticas de las Naciones Unidas.

En este contexto, tema de la equidad es vital. Supera ampliamente a la sola desigualdad en la distribución de los ingresos. Hay que estudiar los múltiples tipos de inequidad y medirlos. Las sociedades con buenos niveles de equidad y servicios públicos para todos de calidad en campos como servicios de salud, atención médica a la comunidad y educación básica han alcanzado esperanzas de vida muy superiores a otras en diversos casos con Producto Bruto y per cápita mucho mayor.

Su trabajo como economista llevó a Muhammad Yunnus a fundar el Grameen Bank o banco de los pueblos (también conocido como banco de los pobres) en Blangadesh. Este banco se funda en la idea de que Sen entregar oportunidad para que cada persona pueda poner en «funcionamiento» esas capacidades de las que Sen habla. Esto lo hace a través de un sistema de microcréditos a grupos de cinco individuos que reciben dinero en préstamo, con muy pocos requisitos, pero el grupo entero pierde la posibilidad de nuevos créditos si uno de ellos no logra cancelar. Esto crea incentivos económicos para que el grupo actúe de forma responsable, haciendo que el banco resulte económicamente viable. La gran mayoría de los clientes (96%) son mujeres, situación inversa a la de los grandes bancos comerciales del país. El historial de pagos del banco es sorprendente también, con el 98,85% de los créditos que no son cancelados (datos de agosto de 2006). El total de dinero distribuido en créditos es de 290.000 millones de takas, unos 3.255.407 millones de pesos. Otra de las características peculiares del banco es que es propiedad de los receptores de préstamos, que poseen el 94% de la compañía (el 6% restante es propiedad del gobierno de Bangladesh).

La guerra de Irak

En 2003, Estados Unidos y Gran Bretaña proclamaron la invasión Irak, pues según aseguraban este país estaba desarrollando armas de destrucción masiva. Esa era la «única cuestión», tal como señalaron de manera constante Bush, el primer ministro Tony Blair y sus allegados. Esta fue también la única justificación por la cual el Congreso autorizó el uso de la fuerza contra Irak. El mundo supo después que la respuesta dada luego de la invasión a esta cuestión, fue simplemente que las armas de destrucción masiva no existían.

Surge la reflexión entonces, si el fin de esta invasión estuvo en la lucha contra el terrorismo (islámico además) evidenciado en el «desarrollo de armas de destrucción masiva» y luego las mismas evidencias muestran que esas armas no existen, cabe preguntarse si este resguardo contra la amenaza terrorista islámica más que un fin, fue planteado como un medio para otro fin distinto (de cuya importancia no podríamos dudar dado que se utiliza una invasión como pre texto). Esto, por que es difícil creer que con todo el aparataje tecnológico que despliegan los Estados Unidos, fuera necesaria una invasión de esas proporciones para averiguar si esas armas existían o no.

Hay otras evidencias que permiten mostrar que la seguridad nacional no era el fin, sino un medio y que tenía otras causas y finalidades. El primero de Mayo el Sunday Times de Londres publicó un memorando de Downing Street (el equivalente a la Moneda en Gran Bretaña), que muestra el resultado de una reunión del gabinete de guerra de Blair el 23 de julio de 2002, en el que Richard Dearlove, (jefe del servicio de inteligencia británica MI6) formuló, la ahora célebre aseveración, de que «los datos de inteligencia y los hechos están siendo arreglados en torno a la política» de ir a la guerra contra Irak. Esto indicaría que Bush y Blair comenzaron su guerra no en marzo de 2003, como todos suponen, sino al final de agosto de 2002, seis meses antes de que el Congreso aprobara la acción militar contra Irak. Los ataques fueron presentados como acción defensiva, para proteger a aviones de la coalición en la zona de exclusión. Irak protestó ante Naciones Unidas, pero no cayó en la trampa de buscar represalias.

¿Cuáles podrían ser entonces los propósitos de una invasión a Irak?. Algunos analistas y expertos plantean que una invasión podría incrementar el apoyo a la política islámica de los Estados Unidos y tendría como resultado una sociedad iraquí profundamente dividida, proclive a un violento conflicto interno. ¿Qué sentido tendría esto?. En palabras de Zbigniew Brzezinski, (Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos durante la presidencia de Carter), en la revista especializada National Interest, el control estadunidense del Medio Oriente «brinda indirecta pero importante influencia política sobre las economías de Europa y de Asia, que también dependen de las exportaciones de combustible de la región».

Aquí podríamos entonces fijar este nuevo fin. Si Estados Unidos puede mantener su control sobre Irak, que figura en segundo lugar entre los países con mayores reservas de petróleo del mundo y está situado en el centro de los principales recursos energéticos del planeta, eso aumentará de manera significativa su poder estratégico e influencia sobre sus principales rivales en el mundo tripolar, que se ha ido formando durante los últimos 30 años: América del Norte, dominada por Estados Unidos, Europa y el noreste de Asia, vinculada con las economías del sur y el sureste de Asia.

Diversidad ética: el valor de la vida

¿Por qué han sido tan violentos para el mundo occidental los ataques perpetuados por guerrilleros islámicos? Sin duda que el elemento sobre el cual se ha basado ese terror (fundado con el ataque a las torres gemelas) tiene su origen en el calificativo de fundamentalismo con que frecuentemente se asocia al Islam.

Las concepciones valóricas de occidente están basadas en creencias religiosas profundas, que han fundado una ética que pone al ser humano en el centro de su preocupación. Nada tiene mas importancia que la vida del hombre sobre todas las cosas. En ese sentido, el peligro de la vida es el elemento que mas inquieta a nuestras sociedades, que ha generado todo un sistema de anticipación y seguridad para resguardar aquello que le es mas preciado: la vida humana. En esta misma lógica, la guerra cobra sentido si es que los bando en disputa tienen la misma urgencia por salvar vidas (incluidas las de sus propios soldados). Pero ¿qué sucede cuando el adversario tiene un universo valórico distinto?, ¿qué sucede cuando su ética esta basada en la trascendencia del cuerpo?.

Cuando occidente mira hacia el oriente, aparecen estas y otras muchas preguntas. Cuando occidente califica de fundamentalismo al Islam, de fondo hay una incapacidad para comprender el carácter temporal del cuerpo, una incapacidad para asimilar los preceptos mas profundos de sus creencias, que se alejan mucho de lo que constituye para occidente el valor central: la vida humana.

Es por eso que los ataques del 11 de Septiembre se mostraron tan brutales. Occidente se ha preocupado de generar una cantidad impresionante de tecnología que le permita realizar un ataque efectivo sin incurrir en el sacrificio de vidas humanas (sistemas de posicionamiento global de satélites, sistemas de direccionamiento de armas, sistemas de localización y fijación de objetivos militares remotos, etc.). Todo ello en el supuesto de que el adversario cuida de sus hombres y mujeres de la misma forma. Pero el ‘fundamentalismo islámico’ no razona desde la misma ética y por los ataques de Nueva York, Madrid, y ahora último Londres, generan una paradoja fundamental: ¿Cómo combatir a un adversario que valora la vida de una manera dieferente?, ¿Cómo combatir a un adversario que afirma que su realización está pospuesta hasta su muerte?.

Sin duda que ese es justamente el fundamento del terror que vive occidente.

El muro que ahoga

No es fácil ser palestino y vivir en tu país. Sobre todo cuando por circunstancias de la vida te toca trabajar en Israel, el país vecino. Hacerlo te obliga a cruzar un check-point, un proceso que puede durar entre 15 minutos y varias horas. Y es que de los cerca de 600 check-points que separan Palestina e Israel, no todos son iguales.

Uno de los más amables es, sin duda, el que da acceso a Belén, ciudad visitada cada día por miles de turistas. Éstos, acaso ajenos al conflicto que mina la vida de israelíes y palestinos, se montan en sus buses y se dirigen a la Iglesia de la Natividad. Cruzan así el check-point más amable que hay en el país. Un gran cartel los despide de Israel recordando que Israel «Wants a peace». No lo dudo, aunque me pregunto qué tipo de paz.

Menos amable es el paso de Qalandia, que separa Jerusalén de Ramala, la actual sede de la Administración Nacional Palestina. La entrada en territorio árabe no es difícil. Se entra y ya está. ¿A quién importa quien entra en ese pedregal? Salir ya es más complicado, sobre todo si no tienes un pasaporte internacional. En ese caso, no tienes ni que cruzar los controles de rigor. En Qalandia, sin embargo, es interesante hacerse el palestino y ver cómo hay unas frías salas de espera al aire libre que recuerdan a las estaciones de tren de pueblos remotos en una España idem. Choca entrar en una especie de jaula en la que hay que hacer una fila de uno para esperar que un rodillo te deje pasar. Tras atravesar este primer escollo, se llega a otra salita, cubierta pero sin paredes, en la que otra puerta giratoria evita que mucha gente se agolpe en lo que es el check-point propiamente. Este no es más que un arco detector de metales y una cinta en la que poner tus cosas. Nada que no hayamos visto mil veces en un aeropuerto. Allí, sin embargo, puedes encontrarte dos chicas soldado israelíes que, desde una urna de cristal, preguntan al atónito caminante de dónde sale ese pasaporte. Tras un par o tres de gritos aceptan que tu país es una respuesta que no merece mayor atención. Un ladeo de cabeza invita a cruzar la frontera y olvidarse de tan malas pulgas. Siendo de origen palestino, el escrutinio es mucho más acentuado.

Los check-point están en el Muro que está levantando unilateralmente para segregar Palestina de Palestina y separar Palestina de Israel. El muro sigue en paralelo la Green Line, fruto de la guerra de 1967. En paralelo, sí, pero unos metros dentro de territorio palestino, despedazando así un 12% de tierra. Además, la traza del muro no es exclusivamente paralela a la frontera antes mencionada. Si sus constructores consideraron que había una buena tierra de cultivo en el otro lado, sin ningún miramiento rodean dicho campo, usurpando para sí una tierra ajena. Así, sin más.

Las repercusiones del muro en la vida palestina son muchas: una de las básicas, sin dudas, es el ahogamiento de la economía palestina, ya sea por imposibilidad de importar como por la incapacidad de sus residentes de ir a trabajar al país vecino.