En primer lugar, es importante destacar que técnicamente Siria no cuenta con un nuevo líder. El régimen de Bashar al-Assad, que gobernó durante 24 años, colapsó tras una ofensiva rebelde inesperada. Assad abandonó Damasco, y los rebeldes tomaron la capital sin resistencia, declarando la ciudad libre de su régimen. Este evento ha sido celebrado por los ciudadanos en las calles.

La ofensiva que llevó a este cambio fue liderada por diversos grupos, entre ellos Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que controla la provincia de Idlib y áreas circundantes. Este grupo busca establecer lo que ellos denominan un «régimen islámico moderado».
En este contexto, el primer ministro sirio, Mohammad Ghazi al-Jalali, reconoció la caída del gobierno baazista (un sistema que históricamente promovía la unidad árabe con énfasis en la justicia social, pero que en la práctica se convirtió en una herramienta de regímenes personalistas como el de Assad). Al-Jalali extendió su mano a la oposición y subrayó la importancia de preservar las instituciones estatales. (No vemos claramente su agenda).
Por su parte, Abu Mohammad al-Julani, líder de HTS, anunció que al-Jalali encabezará el gobierno interino hasta que se logre formalizar un nuevo arreglo gubernamental.
Al-Jalali, por su parte, convocó a «elecciones democráticas» para que el pueblo sirio elija a sus nuevos líderes. Decidió permanecer en Damasco junto con otros 18 ministros. Aunque su reciente disposición hacia la reconciliación y la democracia es notable, su trayectoria está tradicionalmente alineada con el Partido Ba’ath, con sus ideales nacionalistas y socialistas. Cabe recordar que, en 2014, la Unión Europea le impuso sanciones por su presunta implicación en la represión violenta durante el conflicto sirio.
La comunidad internacional, por supuesto, ha manifestado su preocupación por el riesgo de inestabilidad regional. Aliados del régimen de Assad, como Rusia e Irán, se encuentran debilitados, incapaces de prever o evitar esta derrota, lo cual genera inquietud en el panorama global.
En cuanto a las directrices del nuevo liderazgo, aún no están completamente definidas. Sin embargo, la convocatoria a elecciones democráticas es una señal de una posible transición hacia un gobierno más representativo. Es fundamental que la comunidad internacional respalde este proceso para asegurar una transición pacífica y estable en Siria.
Desde mi posición en Chile, es evidente que los recientes cambios en Siria tendrán repercusiones importantes en la región. Esto podría influir directamente en las condiciones de vida y seguridad de la población siria, afectando tanto a quienes permanecen en el país como a los refugiados. Por ahora, las organizaciones internacionales con las que colaboro han pausado sus actividades para revaluar y adaptar sus estrategias de ayuda a las necesidades emergentes. Mi labor seguirá enfocada en ofrecer un apoyo sostenido a los refugiados que llegan a Chile, especialmente a los que han perdido todos sus vínculos familiares.
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