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Mi País

Cada tiempo tiene su caracter, su particularidad, su kronos.

Se vuelve cada vez más complejo informarse, ya no por la falta de información, si no más bien por su exceso. Navegar en un mar de información (nunca mejor dicho), seleccionar que del contenido es procesable, cierto o veraz. Información como siempre tamizada por los medios de comunicación y ahora en tiempo hiper real con las redes sociales.

Es domingo, son las 12.00 y estoy en casa preparando un lunes que, mire desde dónde lo mire ya no será el mismo lunes de los últimos años. Quizás si exista ese letargo de la madrugada, del primer día que de la semana que cuesta; pero el camino al trabajo será distinto. Como en la canción de Elicura, no es que pase por debajo sin mirar la realidad, paso por el lado mirando la realidad, pero solo eso, mirando. Recorro casi 100 km de ida y vuelta por las autopistas.

A Santiago, digo las calles de Santiago, no las camino hace más de 4 años. Veo las fotos y reconozco lugares de otra vida, pero otros lugares son extraños, desconocidos y me hacen preguntarme un mil cosas. La última vez que usé el metro solo existían las lineas 1 y 2 y recién inaugurada la 5.

No se me han mezclado la desinformación, o el exceso de información con la realidad, pues para qué se mezclen, «debiera conocer la realidad», así que no tengo como mezclarlas.

Lo que sí se ha enredado en mi cabeza es la memoria y la actualidad. Fogonazos de un ayer doloroso, con imágenes de un hoy lastimado. Las mismas rabias, los mismos gritos, las mismas angustias, la misma impotencia, donde la verdad siento que el tiempo se hizo uno. La Plaza Italia, con su añoso cartel de Canon en rojo, sigue siendo el centro donde encontrarse, no importa cuánto creciera la ciudad para un lado u otro. Puente Alto e intermedios sigue siendo un lugar de cuidado. Pero ahora junto al de Canon veo el de WOM, que con una estrategia muy agresiva, nos vende no solo telefonos móviles o plan de datos, si no también una forma de vida, con slogan como «En la fiesta entran todos» o «Moverse sin limites es pro».

Imaginé que habíamos avanzado, lo creí de verdad. Creí que desde mi lugar hacía mi aporte, generaba trabajo, daba soluciones a los problemas de techo de un país que mejoraba. ¿Entonces qué pasó?. Pasó que no era avance, era desconexión, una fa(l)rsa de vida y que en estos días me lleva a confirmar, ya no sólo que no soy el que creí ser, sino que ya no tengo opinión, y que cómo sospechaba desde hace un tiempo, vivo en una de las muchas «islas» que ofrece este país.

No fueron 30 pesos, fueron 30 años…