Cuando era niño, en casa de mis abuelos paternos, contaban que en la ruta de Belén a Bayt Jala, cuando hacía mucho calor y no corría brisa, no se escuchaba nada, ni pájaros, ni hojas meciéndose, ni el hablar de las gentes, nada.
En los 2.5 km de camino, solo se escuchaba el silencio de la tierra.
Hoy volví a sentir ese silencio. Ni grillos, ni perros ladrar, ni siquiera autos en la calle.