En 2003, Estados Unidos y Gran Bretaña proclamaron la invasión Irak, pues según aseguraban este país estaba desarrollando armas de destrucción masiva. Esa era la «única cuestión», tal como señalaron de manera constante Bush, el primer ministro Tony Blair y sus allegados. Esta fue también la única justificación por la cual el Congreso autorizó el uso de la fuerza contra Irak. El mundo supo después que la respuesta dada luego de la invasión a esta cuestión, fue simplemente que las armas de destrucción masiva no existían.
Surge la reflexión entonces, si el fin de esta invasión estuvo en la lucha contra el terrorismo (islámico además) evidenciado en el «desarrollo de armas de destrucción masiva» y luego las mismas evidencias muestran que esas armas no existen, cabe preguntarse si este resguardo contra la amenaza terrorista islámica más que un fin, fue planteado como un medio para otro fin distinto (de cuya importancia no podríamos dudar dado que se utiliza una invasión como pre texto). Esto, por que es difícil creer que con todo el aparataje tecnológico que despliegan los Estados Unidos, fuera necesaria una invasión de esas proporciones para averiguar si esas armas existían o no.
Hay otras evidencias que permiten mostrar que la seguridad nacional no era el fin, sino un medio y que tenía otras causas y finalidades. El primero de Mayo el Sunday Times de Londres publicó un memorando de Downing Street (el equivalente a la Moneda en Gran Bretaña), que muestra el resultado de una reunión del gabinete de guerra de Blair el 23 de julio de 2002, en el que Richard Dearlove, (jefe del servicio de inteligencia británica MI6) formuló, la ahora célebre aseveración, de que «los datos de inteligencia y los hechos están siendo arreglados en torno a la política» de ir a la guerra contra Irak. Esto indicaría que Bush y Blair comenzaron su guerra no en marzo de 2003, como todos suponen, sino al final de agosto de 2002, seis meses antes de que el Congreso aprobara la acción militar contra Irak. Los ataques fueron presentados como acción defensiva, para proteger a aviones de la coalición en la zona de exclusión. Irak protestó ante Naciones Unidas, pero no cayó en la trampa de buscar represalias.
¿Cuáles podrían ser entonces los propósitos de una invasión a Irak?. Algunos analistas y expertos plantean que una invasión podría incrementar el apoyo a la política islámica de los Estados Unidos y tendría como resultado una sociedad iraquí profundamente dividida, proclive a un violento conflicto interno. ¿Qué sentido tendría esto?. En palabras de Zbigniew Brzezinski, (Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos durante la presidencia de Carter), en la revista especializada National Interest, el control estadunidense del Medio Oriente «brinda indirecta pero importante influencia política sobre las economías de Europa y de Asia, que también dependen de las exportaciones de combustible de la región».
Aquí podríamos entonces fijar este nuevo fin. Si Estados Unidos puede mantener su control sobre Irak, que figura en segundo lugar entre los países con mayores reservas de petróleo del mundo y está situado en el centro de los principales recursos energéticos del planeta, eso aumentará de manera significativa su poder estratégico e influencia sobre sus principales rivales en el mundo tripolar, que se ha ido formando durante los últimos 30 años: América del Norte, dominada por Estados Unidos, Europa y el noreste de Asia, vinculada con las economías del sur y el sureste de Asia.
Diversidad ética: el valor de la vida
¿Por qué han sido tan violentos para el mundo occidental los ataques perpetuados por guerrilleros islámicos? Sin duda que el elemento sobre el cual se ha basado ese terror (fundado con el ataque a las torres gemelas) tiene su origen en el calificativo de fundamentalismo con que frecuentemente se asocia al Islam.
Las concepciones valóricas de occidente están basadas en creencias religiosas profundas, que han fundado una ética que pone al ser humano en el centro de su preocupación. Nada tiene mas importancia que la vida del hombre sobre todas las cosas. En ese sentido, el peligro de la vida es el elemento que mas inquieta a nuestras sociedades, que ha generado todo un sistema de anticipación y seguridad para resguardar aquello que le es mas preciado: la vida humana. En esta misma lógica, la guerra cobra sentido si es que los bando en disputa tienen la misma urgencia por salvar vidas (incluidas las de sus propios soldados). Pero ¿qué sucede cuando el adversario tiene un universo valórico distinto?, ¿qué sucede cuando su ética esta basada en la trascendencia del cuerpo?.
Cuando occidente mira hacia el oriente, aparecen estas y otras muchas preguntas. Cuando occidente califica de fundamentalismo al Islam, de fondo hay una incapacidad para comprender el carácter temporal del cuerpo, una incapacidad para asimilar los preceptos mas profundos de sus creencias, que se alejan mucho de lo que constituye para occidente el valor central: la vida humana.
Es por eso que los ataques del 11 de Septiembre se mostraron tan brutales. Occidente se ha preocupado de generar una cantidad impresionante de tecnología que le permita realizar un ataque efectivo sin incurrir en el sacrificio de vidas humanas (sistemas de posicionamiento global de satélites, sistemas de direccionamiento de armas, sistemas de localización y fijación de objetivos militares remotos, etc.). Todo ello en el supuesto de que el adversario cuida de sus hombres y mujeres de la misma forma. Pero el ‘fundamentalismo islámico’ no razona desde la misma ética y por los ataques de Nueva York, Madrid, y ahora último Londres, generan una paradoja fundamental: ¿Cómo combatir a un adversario que valora la vida de una manera dieferente?, ¿Cómo combatir a un adversario que afirma que su realización está pospuesta hasta su muerte?.
Sin duda que ese es justamente el fundamento del terror que vive occidente.